Se comenzó a construir por Julio César en el s. 46 a.c. (es más antiguo que El Coliseo), pero fué el emperador Octavio quien finalizó la obra, llamándole Marcelo en honor a su sobrino, heredero al trono y que murió unos años antes.
A partir del s. XI perteneció a importantes familias de Roma, lo que favoreció la conservación de parte de la estructura.
En sus años de esplendor llegó a tener piezas arquitectónicas de gran valor traídas de las conquistas, como culmnas egipcias o esculturas griegas.
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